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30 jul 2010

Hacia una Mar del sur Extensa: La Costa musical Afro-Pacífica Parte III

Hacia una Mar del Sur extensa: la costa musical afro-pacífica
Carlos Ruiz Rodríguez  (Resumen III)

Un fandango Pacífico, un Pacífico extenso Varios aspectos dan cuenta de las correspondencias musicales entre México y Sudamérica. Uno de ellos es el piso común que significó el llamado cancionero ternario Occidental  cimentado, entre otras expresiones, por el fandango americano: ocasiónfestiva aglutinante de géneros literarios, musicales y dancísticos que ofreció un formato común para el encuentro de sociedades y culturas. Mulatos, negros criollos y pardos fueron los principales portadores de ese cancionero, aunque de igual forma participaron indios y peninsulares; jaranas, bundes y fandangos reunieron a colectivos de personas que al son del canto y la versada zapateaban sobre plataformas de baile. No es casual que la zamacueca, género zapateado de pareja mixta, echara raíz en México en una de las franjas más nutridas de afrodescendientes y con larga tradición de baile zapateado, es decir, en las regiones de la Costa Chica y la Costa Grande. De hecho, la chilena sudamericana “se sube” a los varios tipos de plataformas de zapateo costeñas durante el siglo XIX, luego de una centuria precedente de plenitud fandanguera en el Pacífico mexicano. El vínculo de la chilena con el fandango costeño es estrecho, la antigua zamacueca sudamericana llegó a integrarse de tal manera a esta ocasión festiva que hasta mediados del siglo XX casi la totalidad del repertorio de artesa de los rumbos de Cuajinicuilapa y Pinotepa Nacional era considerado genéricamente como chilenas.
Asimismo, entre los “viejos” de la Costa Chica se recuerda el uso de dos antiguas categorías para diferenciar el zapateo sobre plataformas (baile de artesa) del zapateo sobre el suelo (baile de tierra). De forma similar, en Perú y Chile se habla de baile’tierra o golpe’tierra para referirse a los bailes que se realizan fuera de un tablado.



También entre los músicos viejos de la Costa Chica se conserva el recuerdo de antiguos términos como la tonada, categoría que agrupa a una serie de géneros musicales afines, y que tiene uso similar en Chile (además de referir a un género específico acompañado de guitarra o arpa tapeada). Pueden hallarse todavía más rastros de la reciprocidad del baile sobre plataformas entre México, Perú y Chile. El fandango encontraba su cauce en espacios físicos similares tanto en México como en Sudamérica, las ramadas, palenques y chacacuales costeños daban cobijo al festejo mexicano de manera similar a sus homólogas, las chinganas chilenas y peruanas. Del zapateo sobre plataformas destaca como factor común el baile de pareja mixta, suelta, con pañuelo, que no es privativo de la chilena y que caracteriza también a otros géneros bailables sudamericanos, como la zamba-refalosa (que según algunos, hace referencia nominal al escobilleo de pies de las mulatas al bailar). También quedan en México huellas de melodías modales características del antiguo cancionero ternario occidental y el uso de estructuras literarias que remiten a viejas tradiciones del
ternario occidental como el frecuente uso de seguidillas combinado con coplas hexasílabas y octosílabas. La estrecha relación que guarda el ritual del velorio de angelito (también conocido en el Cono Sur como chihualo, wawallo o baquiné) con los géneros músico-dancísticos locales más significativos así como con formas poéticas como los parabienes, es otro vínculo que emparenta a las franjas afrodescendientes de
Colombia, Ecuador, Perú y México. Algo similar puede decirse de las disputas poéticas,
cantadas o recitadas entre dos contrincantes y el uso de la décima en otro tiempo presentes en todo el litoral afro-pacífico.
Algunos instrumentos musicales presentes en México también muestran características morfológicas, tímbricas y de ejecución compartidas con el Cono Sur. Uno de los instrumentos musicales que emparenta a esta amplia región es el arpa. Si bien este instrumento fue utilizado ampliamente en Latinoamérica, un aspecto que caracteriza su lazo colonial en los litorales del Pacífico es su particular manera de ejecución donde el arpa no sólo es ejecutada por un músico, a la manera corriente europea, sino que otro músico a su vez golpetea el ritmo con las manos en la caja de resonancia. Esta manera de ejecutar, generalmente conocida como tamboreo, en tiempos actuales ya no es exclusivamente afrodescendiente, sin embargo, destaca la presencia de tal técnica en esta franja costera fuertemente influenciada por el aporte africano.
Se tiene noticia de esta manera de ejecutar el arpa al menos desde el último tercio del siglo XVIII en la costa de Perú. El obispo Baltasar Martínez Compañón hacia 1785 ordena realizar varias acuarelas que ilustran algunas tradiciones de la Provincia de Lambayeque. En una de ellas aparece un arpa tocada por dos ejecutantes, uno de ellos punteando las cuerdas y el otro “tamboreando” la caja de resonancia acuclillado a un lado del arpa. Entre 1820 y 1822, el viajero Basil Hall realiza una larga travesía por el contorno del Pacífico, su itinerario recorre las costas de Sudamérica (pasando por Concepción, Valparaíso, Callao, Arica, Paita, Guayaquil, Manta, entre otros) y parte de centroamérica (Panamá) hasta llegar a México (Acapulco y San Blas). Del distante puerto de Valparaíso describe, en 1820, bailes sobre tablados acompañados de arpa tamboreada, guitarra y percusión. En ese mismo año, Hall llega al Puerto de San Blas, Nayarit y visita Tepic. De allí describe bailes zapateados acompañados de arpa y de los que opina: “es muy notable que este baile tenga la mayor semejanza con el de Chile, y el de cualquier otro país que visitamos en toda la costa”.  Es conocida la amplia presencia que tuvo el arpa tamboreada acompañando al zapateo sobre plataformas en la
fracción guerrerense de la Costa Chica, en la Costa Grande y la Tierra Caliente de Michoacán.  El conjunto instrumental del que forma parte, es decir, acompañada de uno o varios laúdes rasgueados y algún tipo de percusión es precisamente un tipo de conjunto instrumental muy socorrido en las costas sudamericanas. Entre los instrumentos del ensamble de marimba de la costa sur afrocolombiana se encuentra la tambora, bimembranófono que presenta gran similitud de construcción y tamaño con la tambora de la Tierra Caliente de Guerrero, al compartir también el uso de una de las baquetas de percusión recubierta con cuero o tela en la punta, permitiendo variantes tímbricas. Llama la atención en ambos instrumentos que, a la usanza de
muchos tambores africanos, el sonido proviene no sólo de golpear las membranas del instrumento, sino del cuerpo o vaso del tambor percutido con las baquetas. Aunque el sistema tensor de las membranas difiere un poco entre instrumentos, el timbre producido por ambos es particularmente parecido. Cabe recordar que los tambores bimembranófonos de forma tubular utilizados en México han sido considerados por varios estudiosos como aporte exclusivamente africano a las culturas tradicionales mexicanas.
Otra evidencia de la temprana relación México-Colombia es el guasá o guacho. Este idiófono de golpe indirecto, característico de la zona sur del Pacífico colombiano y la costa norte ecuatoriana, puede encontrarse en su versión mexicana en la Costa Chica con el nombre de guacharrasca, incluida en el conjunto instrumental del fandango de artesa. El guasá de la costa Pacífica colombiana -que participa en el currulao de
marimba, quizá uno de los géneros de mayor raigambre africana en Latinoamérica- no sólo comparte timbre, forma de construcción, dimensiones y manera de ejecutarse con la guacharrasaca mexicana, sino que cumple funciones musicales similares dentro del conjunto instrumental. Cabe señalar que en Colombia su uso se registra desde 1789, año en que John Potter Hamilton documenta la presencia del alfandoque, pariente del guasá, en las provincias internas colombianas. Otro idiófono tradicional que presenta similitud con instrumentos sudamericanos es el bule o calabazo percutido, denominado bandeja en la Costa Chica. Amado Del Valle en su Velorio Costeño de 1877 registra un velorio de angelito en el que se tocan chilenas con la instrumentación tradicional del fandango costeño, es decir, violín, guitarra y bandeja. Según testimonios orales, por lo menos hasta mediados del siglo XX el uso de bandejas fue común en las comunidades afromestizas de la Costa Chica para acompañar instrumentos cordófonos. De manera similar, en comunidades afrodescendientes de Perú se acostumbró el acompañamiento musical con base en la percusión de calabazos percutidos. Una de las obras del pintor peruano Ignacio Merino, de mediados del siglo XIX, muestra una festiva jarana peruana en la que un mulato palmotea un gran calabazo para acompañar los acordes tocados por otro músico. Según varias fuentes, este calabazo tapeado denominado angara o checo, fue tradicionalmente utilizado para acompañar las zamacuecas en el norte de Perú y el sur de Ecuador hasta mediados del siglo XX.
Quizá los calabazos tapeados hayan sido el antecedente de otro instrumento también vinculado al acompañamiento de chilenas en la Costa Chica, es decir, el cajón tapeado del fandango de artesa, que posiblemente guarde relación con el cajón de la costa afroperuana, pese a su diferente modo de ejecución. El cajón peruano tiene también larga presencia, se tiene noticia de su uso en contextos festivos afrolimenses desde la tercera década del siglo XIX. Las cajitas de entrechoque y percusión utilizadas en la costa de Perú también tienen sus semejantes en varias partes de Guerrero. Lo mismo puede decirse de las quijadas de asno de amplio uso en México y Perú, pero nombradas en Sudamérica carracas o carrachachas. En Perú puede rastrearse su uso hasta mediados del XIX, ya que ambos instrumentos aparecen en las acuarelas del mulato Pancho Fierro que ilustra las comparasas del son de diablos. La quijada acompaña al conjunto se incluye no sólo en éste, sino varios géneros afroperuanos, principalmente en el llamado festejo. También en las provincias de Imbabura y Esmerladas, en Ecuador, existe todavía profusa utilización de quijadas.  Algo similar ocurre en la región central de Chile, donde las cuecas suelen acompañarse con una guitarra (tapeada por un segundo cantante), una cacharaina o quijada y una pandera (pandereta). Por otra parte, para la segunda década del XIX en Chile, el ensamble de banda de viento militar ya tiene presencia africana. Samuel Claro Valdés menciona que, para 1817, una de las dos bandas valparisinas del ejército libertador de Bernardo O’Higgins está conformada por “negros africanos y por criollos argentinos”.  De hecho, el Puerto de Arica, en el extremo norte de Chile, tiene larga tradición de bandas de viento que tocan cuecas o chilenas, sin canto, tal como sucede en sus semejantes oaxaqueñas y guerrerenses de la Costa Chica, también de añeja tradición.

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16 feb 2010

Funcion del Ensamble KANTUTA - RUNAKAY

EL ENSAMBLE DE MÚSICA Y DANZAS ANDINAS "KANTUTA - RUNAKAY" PRESENTAN UN ESPECTACULO INTERESANTE Y DE GRAN CALIDAD EN EL TEATRO DEL PUEBLO, EL PRÓXIMO DOMINGO 21 DE FEBRERO.


El espectáculo que presentan llevará al espectador a una de las festividades tradicionales más importantes del continente. El carnaval de Oruro, Bolivia, el ensamble representará danzas como la Diablada, Caporales, Huayño, Morenanda entre otras que son de gran colorido, ritmo y alegria y que forman parte del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

El ensamble esta compuesto por el Ballet de Danzas Andinas Kantuta que lleva más de 9 años de trayectoria en los que ha participado de infinidad de festivales y escenarios representando estas danzas, además de contar su directora, La maestra Sara Romero con una amplia trayectoria internacional como bailarina profesional.

La música de este espectáculo está a cargo del grupo Runakay, con más de 15 años de vida este grupo esta formado por músicos profesionales de comprobada calidad interpretativa que hacen de este espectáculo algo digno de ver.

Las personas que esten interesadas en ver este espectáculo pueden comunicarse al tel 01(55)19-88-80-24 o visita la  pagina del Ballet Kantuta

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25 nov 2009

La chilena de Costa Chica, es de Sud América? PARTE II


Aquí les presento la segunda parte del trabajo realizado por el Etnomusicólogo Carlos Ruíz, referente a la influencia de la cueca chilena en nuestro país, espero que les sea de interés y dejen sus comentarios y aportaciones al tema.

Es destacable la enorme cantidad de cacao que se importó desde Guayaquil al puerto de
Acapulco durante el último tercio del siglo XVIII, tráfico que a partir de 1775 y hasta consumada la independencia de México prácticamente fue ininterrumpido. Entre los navíos cargados de cacao, también fue frecuente el arribo de cargamentos de vino,
vinagre, aceite y aguardiente, así como numerosos contingentes de personas. El propio
Alexander von Humboldt, en su Atlas Geographique et physique du Royaume de la
Nouvelle-Espagne, menciona que para marzo de 1803 la constante presencia de
“viajeros que llegan por el Mar del Sur, ya sea de Filipinas, o del Perú” y, más adelante, agrega que Acapulco “es el puerto central del comercio del Mar del Sur y de Asia.
Recibe los barcos procedentes de las islas Filipinas, de Perú, Guayaquil, de Panamá, y de la Costa del Noroeste de América Septentrional”.
Luego de las guerras de independencia, se mantiene el tráfico marino comercial entre
Concepción, Valparaíso, Callao, Guayaquil, Huatulco y Acapulco. El contacto entre el
Pacífico y el Atlántico se agiliza a partir de 1820 con la llegada de veloces “Clippers“ de cabotaje que podían hacer el viaje completo de Nueva York a San Francisco, navegando el estrecho de Magallanes, en menos de 100 días. Aunque para 1825 la importación de cacao desde Guayaquil decae, Acapulco adquiere nuevo auge hacia mediados del siglo XIX, al ser paso obligado en la ruta de los barcos de vapor que se dirigen a la Alta California durante la fiebre del oro. A partir de 1849 “la concurrencia de pasajeros que continuamente arribaban tanto en los vapores como en buques de vela proporcionaban una circulación cuantiosa; repetidas veces se contaron mas de mil personas de esta clase que permanecían dos y tres dias” en ese puerto.
En suma, esto da cuenta de casi un siglo de incipiente contacto “legal” entre los
virreinatos de Nueva España y Perú (ss. XVI y XVII), seguido por otro siglo de relación “ilegal” (hasta inicios del XVIII) y una centuria más en que se incrementa el comercio con Nueva Granada y Perú hacia fines del siglo XVIII. Esta continua relación, de variable intensidad por periodos, fundaría los cimientos de un importante intercambio cultural que ejercería, desde entonces y hasta fines del siglo XIX, fuerte influencia en las tradiciones musicales de las costas del Pacífico mexicano.
El entorno “criollo” afromestizo en la vida portuaria del Pacífico mexicano y sudamericano La intensa presencia que tuvieron los afrodescendientes durante la colonia y el periodo independiente en los rumbos del otrora Mar del Sur; no solo abarcó la Costa Chica y la Costa Grande, sino una extensa porción del litoral Pacífico mexicano que alcanzó también la región de occidente y el actual Estado de Sinaloa. Relatos de viajeros dan cuenta de la importante influencia africana en Guayaquil, Paita y Valparaíso, pero sobre todo en el puerto de Callao y su urbe, Lima, ciudad que durante el siglo XVII y la primera mitad del XVIII conservó un alto índice de población africana (casi la mitad del total de sus habitantes en todo ese periodo).
Este hecho es muy significativo pues hay que recordar que Lima se había convertido en el principal centro administrativo de una cadena de interrelaciones económicas que se establecieron entre el Perú, el Alto Perú, Chile y el noroeste argentino, cuyo polo-dinámico era la producción de plata extraída de las minas de Potosí y Porco y procesada con el mercurio de Huancavelica. Debido a ello, durante el siglo XVII se formó en Lima un cancionero criollo que se convirtió para gran parte de Sudamérica en un centro difusor más eficaz que la metrópoli misma, como ya apuntara Carlos Vega. Lo que habitualmente se olvida o se niega expresamente es la participación que tuvo que tener en la formación de ese cancionero la gran proporción de negros existentes en la capital virreinal durante dicho siglo, y aún durante el siguiente, en que tales creaciones populares –producto de lógicos procesos transculturales debieron consolidarse. Dicho cancionero, pues, no puede haber surgido exclusivamente de la estilización de elementos europeos, como Vega lo plantea. La intensa práctica musical de africanos y afrodescendientes en Perú durante los siglos XVII y XVIII irradió formas criollas amulatadas en los circuitos de comercio y viaje entonces establecidos.
Otro aspecto compartido entre México y la costa occidental sudamericana fue el que, no pocas veces, las regiones costeras y tierras calientes fueron reductos de asentamientos de esclavos fugados (en el caso del litoral Pacífico de Colombia y Ecuador), dada su relativa cercanía a las empresas coloniales hispanas que requerían un alto número de esclavos. De similar manera, las regiones litorales tanto de México como de Sudamérica comparten el hecho de haber mantenido un intenso contacto regional mediante la navegación de cabotaje en sus litorales. Como lo asientan varios documentos, en el Pacífico mexicano el comercio de perlas y el transporte de personas fueron dos de las actividades que auspiciaron el contacto costero regional.
Más arriba mencioné la permanente vigencia de la ruta marítima entre las costas
mexicanas y los puertos del Cono Sur, según Widmer, en tiempos coloniales el viaje
entre Acapulco y Valparaíso duraba varios meses; es difícil pensar que en esos largos
trayectos, entre los viajeros, sin más lugar a donde ir y, frecuentemente sin mucho qué hacer, no existiese la necesaria presencia de un medio de solaz esparcimiento como la música. Aunque el tema de la música en el “navío colonial” no es un tema mayormente trabajado, puede suponerse que la música en las fragatas, goletas, bergantines y paquebotes tuvo un papel, si no central, por lo menos significativo. La gran cantidad de correspondencias musicales que todavía pueden rastrearse entre las zonas portuarias costeras de Sudamérica y México son reflejo de su singular importancia. Instrumentos musicales, repertorios, géneros y hasta ocasiones performativas dan cuenta de este basamento común en que música, danza y literatura enlazan a una región marítima que comparte canales de viaje y una cultura portuaria similar.

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19 nov 2009

Festival internacional del CHARANGO


Les dejo el cartel del próximo Festival del Charango que se realiza en la Ciudad de México.


Espero que la información publicada seade su interés y puedan dejarnos sus comentarios respecto a este tipo de eventos para mejorarlos cada día.

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18 oct 2009

Illapu en México


De nueva cuenta el Grupo Illapu se prenenta en la Ciudad de México



Hablando brevemente del Grupo Illapu, me atrabo a decir que es sin duda un grupo emblemático y referente obligado para los que gustamos de este género. No se puede negar que la música de este grupo ha marcado la forma de interpretar la música andina y folklórica en México. Es una agrupación que va tiene más de 30 años de existencia, con modificiaciones y renovaciones musicales y sonoras, abrá algunos que les siga interesando su propuesta. En lo particular han dejado de interesarme por algunas razones que van desde lo sonoro hasta lo conceptual, pero es necesario decir que como músicos son unos maestros cada uno de ellos.

Invito cordialmente a todos aquellos que pudieron asistir a la presentación del Grupo Illapu, para que dejen sus comentarios respecto a la presenciación del pasado 22 de noviembre.

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