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7 oct 2009

La Chilena de Costa Chica, es de Sudamerica?


Les comparto un trabajo exelente de un investigador mexicano que se ha tomado el trabajo de investigar un tema interesante y complicado por la falta de fuentes, pero que ha desarrollado de manera exelente, referente a lo que en México conocemos como chilena y que tiene toda la pinta de cueca sudamericana, es un poco extenso por ello lo iré presentando en partes.

El Hacia una Mar del Sur extensa: la costa musical afro-pacífica
Carlos Ruiz Rodríguez
Fonoteca del INAH


Quizá el género musical tradicional más representativo de la Costa Chica sea la llamada chilena. Como su nombre lo indica, la chilena proviene de Sudamérica, presumiblemente de Chile. La literatura en torno al tema llegó a las costas del Pacífico mexicano a mediados del siglo XIX.
Uno de los primeros investigadores que señala este contacto musical entre el
Pacífico mexicano y la costa de Sudamérica es Vicente T. Mendoza quien observa que la chilena llega a costas mexicanas desde Valparaíso gracias a la enorme afluencia de embarcaciones que provocó la “fiebre del oro” de California a mediados del siglo XIX; reiteran durante las décadas de los sesentas y setentas esa versión del arribo de la chilena a México. Hacia fines de los ochenta, el investigador Moisés Ochoa Campos publica su libro La Chilena Guerrerense, culmina con la “feliz demostración” del autor de que el arribo de la chilena a México fue previo a 1850, es decir, en 1822.
Ochoa Campos fundamenta su afirmación arguyendo que en ese año se hace presente en Acapulco una escuadra militar chilena que pretende reforzar –tardíamente- la lucha de independencia mexicana. Según su perspectiva, gracias a esta incursión militar la
chilena llega a México. Unos años después, Thomas Stanford refrenda el supuesto de la entrada de la chilena a México en 1822 acreditando la propuesta de Ochoa Campos.

Considero que estas aseveraciones específicas y en general el tema de la relación
colonial entre México y el Pacífico sudamericano requieren de varias acotaciones. La
chilena en México ha tenido presencia no sólo en la región de la Costa Chica, sino en la Costa Grande, la Tierra Caliente de Guerrero y Michoacán, la región de Occidente, y hasta en Sinaloa y Sonora; inclusive se ha encontrado tierra adentro, hacia el altiplano,hasta los rumbos de Tlaxcala. Es difícil creer que una sola escuadra de barcos militares durante su breve estadía en el país haya podido tener tal repercusión cultural y tal alcance geográfico. Así como la costa del Golfo ha mostrado tener una fuerte relación histórico-cultural con el Caribe, las islas Canarias y el sur de España;6 la región del Pacífico mexicano presenta también vínculos importantes y tempranos durante la Colonia con las zonas portuarias de América del Sur (Colombia, Ecuador, Perú y Chile). Desafortunadamente, esta significativa relación ha sido poco estudiada en cuanto al intercambio cultural ocurrido en este amplio espacio geohistórico que, en lo musical, tuvo duradero contacto y recíproca influencia.

La larga relación comercial –tanto legal como ilegal- que existió entre México y Sudamérica durante la Colonia y que favoreció el subsecuente intercambio cultural de estos espacios geográficos; con ello argumento que el vínculo entre tradiciones musicales no comienza en el siglo XIX, como se ha supuesto, sino que más bien viene a coronarse durante ese siglo, luego de casi tres centurias de intercambio entre el Cono Sur y tierras mexicanas.

Centroamérica al no contar con puertos amurallados desde Portobelo (en la actual
Panamá) hasta la zona de Chetumal. Esta situación ocasionó que esos territorios se
mantuvieran ocupados por adversarios de la Corona española; dos barreras naturales impedían que se abriera una ruta por tierra entre México y Lima: las abruptas cordilleras montañosas de Costa Rica y las espesas selvas del norte de Panamá. Por el lado del Pacífico, desde Chiapas hasta Costa Rica, “el cancionero colonial no logró implantarse, al menos bajo las formas típicas del Caribe español” permitiendo una mayor relación con el Pacífico sudamericano y su integración “al complejo de las cuecas, zamacuecas y marineras, que como chilenas llegarán hasta la costa Pacífica de Nueva España”.

Fue dentro del marco de la intensa actividad marítima y comercial que hacia mediados del siglo XVI tenían los puertos de Panamá y Realejo (en la actual Nicaragua) con Perú, que se desarrolló la navegación entre los dos poderosos virreinatos americanos. La escasez de cacao obliga, en 1540, a reabrir las rutas marítimas precortesianas a Guatemala y Nicaragua para transportar el preciado fruto desde Centroamérica a Huatulco. El comercio fue recíproco y abarcó también el Cono Sur: “De Nueva España, los barcos salían repletos de algodón, caballos, mulas y esclavos, ocasionalmente también portando plantas europeas como el membrillo, el durazno, el peral y el manzano. Este contacto con Centroamérica, la razón de ser de Huatulco, se complementaba con dos o tres navíos que se mandaban cada año al Callao, en el Perú”. Para mediados del siglo XVI la ruta por mar entre Perú y México estaba bien establecida. Huatulco fue el principal puerto de la costa del Pacífico mexicano entre 1537 y 1573; por esa vía se transportaron pasajeros y se comerciaron armas, caballos y provisiones. Durante casi todo el siglo XVI el comercio por el Pacífico fue libre y sin demasiado control de parte de las autoridades coloniales. El Callao era el puerto principal de Perú y era el último puerto sureño que tocaban los barcos en esa época.

No obstante, el auge de Huatulco sólo duraría tres décadas. En 1573 se consolida la ruta entre Acapulco y oriente mediante el Galeón de Manila y, con esto, se regulariza una feria anual de mercancías realizada en el puerto a la que acuden comerciantes de muchos pueblos de la costa, desde Zacatula hasta Jamiltepec, así como de la capital novohispana. A partir de ahí, el auge de Acapulco, basado en su constante influjo de mercancías de oriente, provoca el abandono del puerto de Huatulco, que después es frecuentemente invadido por piratas. Sin embargo, el decaimiento de Huatulco no evita que Acapulco conserve contacto con Sudamérica, por el contrario, el puerto acapulqueño mantiene un tráfico significativo de mercancías orientales con Guatemala, Perú y otros puertos del sur.

La relación oficial de Acapulco con los puertos sudamericanos dura hasta 1631, año en
que la Corona prohíbe el comercio y navegación entre ambos virreinatos. El tráfico de cacao se intensifica hacia el último tercio del siglo XVIII, ya con la entonces Nueva Granada. Desde 1775 y en adelante, varios documentos estantes en el Archivo General de la Nación dan cuenta del intenso tráfico mercantil y de pasajeros que hubo desde Chile hasta las Californias; pretendidas “arribadas forzosas” en San Blas de navíos procedentes de Guayaquil, así como menciones de intensa actividad entre el Callao y los puertos de Navidad, Zihuatanejo, Zacatula, Tecuanapa, Acapulco, Barra de Miniso y Puerto Escondido. En las costas del noroeste la navegación fue también acentuada; desde San Blas hasta la Alta California, la llegada de buques rusos, ingleses y anglosajones fue frecuente.
(Fin Parte 1)

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