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25 nov 2009

La chilena de Costa Chica, es de Sud América? PARTE II


Aquí les presento la segunda parte del trabajo realizado por el Etnomusicólogo Carlos Ruíz, referente a la influencia de la cueca chilena en nuestro país, espero que les sea de interés y dejen sus comentarios y aportaciones al tema.

Es destacable la enorme cantidad de cacao que se importó desde Guayaquil al puerto de
Acapulco durante el último tercio del siglo XVIII, tráfico que a partir de 1775 y hasta consumada la independencia de México prácticamente fue ininterrumpido. Entre los navíos cargados de cacao, también fue frecuente el arribo de cargamentos de vino,
vinagre, aceite y aguardiente, así como numerosos contingentes de personas. El propio
Alexander von Humboldt, en su Atlas Geographique et physique du Royaume de la
Nouvelle-Espagne, menciona que para marzo de 1803 la constante presencia de
“viajeros que llegan por el Mar del Sur, ya sea de Filipinas, o del Perú” y, más adelante, agrega que Acapulco “es el puerto central del comercio del Mar del Sur y de Asia.
Recibe los barcos procedentes de las islas Filipinas, de Perú, Guayaquil, de Panamá, y de la Costa del Noroeste de América Septentrional”.
Luego de las guerras de independencia, se mantiene el tráfico marino comercial entre
Concepción, Valparaíso, Callao, Guayaquil, Huatulco y Acapulco. El contacto entre el
Pacífico y el Atlántico se agiliza a partir de 1820 con la llegada de veloces “Clippers“ de cabotaje que podían hacer el viaje completo de Nueva York a San Francisco, navegando el estrecho de Magallanes, en menos de 100 días. Aunque para 1825 la importación de cacao desde Guayaquil decae, Acapulco adquiere nuevo auge hacia mediados del siglo XIX, al ser paso obligado en la ruta de los barcos de vapor que se dirigen a la Alta California durante la fiebre del oro. A partir de 1849 “la concurrencia de pasajeros que continuamente arribaban tanto en los vapores como en buques de vela proporcionaban una circulación cuantiosa; repetidas veces se contaron mas de mil personas de esta clase que permanecían dos y tres dias” en ese puerto.
En suma, esto da cuenta de casi un siglo de incipiente contacto “legal” entre los
virreinatos de Nueva España y Perú (ss. XVI y XVII), seguido por otro siglo de relación “ilegal” (hasta inicios del XVIII) y una centuria más en que se incrementa el comercio con Nueva Granada y Perú hacia fines del siglo XVIII. Esta continua relación, de variable intensidad por periodos, fundaría los cimientos de un importante intercambio cultural que ejercería, desde entonces y hasta fines del siglo XIX, fuerte influencia en las tradiciones musicales de las costas del Pacífico mexicano.
El entorno “criollo” afromestizo en la vida portuaria del Pacífico mexicano y sudamericano La intensa presencia que tuvieron los afrodescendientes durante la colonia y el periodo independiente en los rumbos del otrora Mar del Sur; no solo abarcó la Costa Chica y la Costa Grande, sino una extensa porción del litoral Pacífico mexicano que alcanzó también la región de occidente y el actual Estado de Sinaloa. Relatos de viajeros dan cuenta de la importante influencia africana en Guayaquil, Paita y Valparaíso, pero sobre todo en el puerto de Callao y su urbe, Lima, ciudad que durante el siglo XVII y la primera mitad del XVIII conservó un alto índice de población africana (casi la mitad del total de sus habitantes en todo ese periodo).
Este hecho es muy significativo pues hay que recordar que Lima se había convertido en el principal centro administrativo de una cadena de interrelaciones económicas que se establecieron entre el Perú, el Alto Perú, Chile y el noroeste argentino, cuyo polo-dinámico era la producción de plata extraída de las minas de Potosí y Porco y procesada con el mercurio de Huancavelica. Debido a ello, durante el siglo XVII se formó en Lima un cancionero criollo que se convirtió para gran parte de Sudamérica en un centro difusor más eficaz que la metrópoli misma, como ya apuntara Carlos Vega. Lo que habitualmente se olvida o se niega expresamente es la participación que tuvo que tener en la formación de ese cancionero la gran proporción de negros existentes en la capital virreinal durante dicho siglo, y aún durante el siguiente, en que tales creaciones populares –producto de lógicos procesos transculturales debieron consolidarse. Dicho cancionero, pues, no puede haber surgido exclusivamente de la estilización de elementos europeos, como Vega lo plantea. La intensa práctica musical de africanos y afrodescendientes en Perú durante los siglos XVII y XVIII irradió formas criollas amulatadas en los circuitos de comercio y viaje entonces establecidos.
Otro aspecto compartido entre México y la costa occidental sudamericana fue el que, no pocas veces, las regiones costeras y tierras calientes fueron reductos de asentamientos de esclavos fugados (en el caso del litoral Pacífico de Colombia y Ecuador), dada su relativa cercanía a las empresas coloniales hispanas que requerían un alto número de esclavos. De similar manera, las regiones litorales tanto de México como de Sudamérica comparten el hecho de haber mantenido un intenso contacto regional mediante la navegación de cabotaje en sus litorales. Como lo asientan varios documentos, en el Pacífico mexicano el comercio de perlas y el transporte de personas fueron dos de las actividades que auspiciaron el contacto costero regional.
Más arriba mencioné la permanente vigencia de la ruta marítima entre las costas
mexicanas y los puertos del Cono Sur, según Widmer, en tiempos coloniales el viaje
entre Acapulco y Valparaíso duraba varios meses; es difícil pensar que en esos largos
trayectos, entre los viajeros, sin más lugar a donde ir y, frecuentemente sin mucho qué hacer, no existiese la necesaria presencia de un medio de solaz esparcimiento como la música. Aunque el tema de la música en el “navío colonial” no es un tema mayormente trabajado, puede suponerse que la música en las fragatas, goletas, bergantines y paquebotes tuvo un papel, si no central, por lo menos significativo. La gran cantidad de correspondencias musicales que todavía pueden rastrearse entre las zonas portuarias costeras de Sudamérica y México son reflejo de su singular importancia. Instrumentos musicales, repertorios, géneros y hasta ocasiones performativas dan cuenta de este basamento común en que música, danza y literatura enlazan a una región marítima que comparte canales de viaje y una cultura portuaria similar.

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